Ya es de costumbre que yo valla a la isla de silicón más de una vez por año, siendo que tengo familia y un departamento allá no es de extrañarse que todos los años valla. En fin, el viaje en sí no tuvo mucho de interesante y puedo decir que fue un viaje al estilo “más de lo mismo” porque ciertamente ya nada me sorprende de la isla, o muy poco logra hacerlo. Siempre se ve lo mismo en materia de gente y comportamiento; turistas perdidos que pagan por guías novatos (yo por ejemplo) el mismo desfile de culos plásticos mal hechos y tetas exuberantes, todo dentro del acostumbrado paquete de septuagenaria, borrachos cayéndose en las calles, etc. La verdad es que mi estadía en la isla no tuvo nada que merezca ser resaltado, o al menos no muchas cosas.
Digamos que si hubo un par de cosas que valen la pena mencionar, esas cosas serían estas:
Todo el mundo sabe que en este viaje nació la bitácora de nano, es un esquema de tweet bastante sencillo donde todo aquel que me siga puede saber que me está pasando y que estoy viendo y/o pensando, y gracias a eso y a mis herramientas móviles pude hacer unos 400 tweets en 3 días.
El relax (por así decirlo) en la isla es algo a lo que nunca le fallo, para mi estar allá es casi lo mismo que estar acá pero con una diferencia; la dotación ilimitada de cerveza que provee mi tío y la gigantesca variedad de cigarros que puedo conseguir. En fin, nada mejor que estar acostado en una hamaca guindada en el balcón con una Heineken en mis manos, por lo demás la isla es lo mismo que Guayana para mí, simplemente voy allá a hacer lo mismo que acá con la diferencia que no hacer nada en la isla tiene sus pros.
Cuando hablo de variedad de cervezas, hablo muy en serio.
Como siempre para mi nada nunca puede ser llamado perfecto y tenía que encontrarme a una piedra en el camino y esta vez esa piedra tenía forma de chihuahua. Todas las malditas noches ese maldito perro tenía la mala maña de chillar (ladrar suena bien para decirlo) y no dejar de hacerlo, desde el momento en el que ese perro escuchaba cualquier ruido proveniente del departamento de al lado el suplicio comenzaba y no paraba. Intenté de todo para callarlo, le tiré piedras desde mi balcón, le grité, le grité al dueño y nada; pero cuando todo parecía perdido hice mi última movida lanzándole un pedazo de carne, todo funcionó hasta que se acabó el pedazo de carne; se me quedó mirando como con cara de “gracias” y luego el muy ingrato hijo de perra (creo que es obvio ese hecho) empezó a joder de nuevo. Lo vuelvo a jurar: Me voy a comer a ese maldito en salsa.
En fin, lo cierto de todo esto no es que la estadía en la isla haya sido especial, lo especial del viaje fue el trayecto, el camino, la travesía de siete horas en carro para llegar hasta mi destino.
La gente generalmente prefiere tomar el camino fácil e irse en avión, otros no tienen tano dinero o quieren irse con su auto optan por irse en el ferri y nosotros habíamos sido parte de estos últimos durante años, pero en esta ocasión a mi viejo y a mí se nos ocurrió la genial idea de hacer algo distinto y de lanzarnos a la aventura, esta vez decidimos cruzar en lancha. Cuando mi madre escuchó el disparate casi revienta de la arrechera y mis dos hermanos, cual neófitos con mamitis, la apoyaron. Pero a que no adivinan ¿Ustedes creen que un trío conformado por dos menores y una mujer cuaimatizada van a detener la decisión de los dos hombres de la casa? Pues casi lo logran, pero el que maneja es el viejo así que no importa, decidido, vamos a cruzar por Chacopata.
Y así se resolvió una de las travesías más extrañas hechas por mí hasta ahora, a los coñazos y a lo macho. Y créanme que lo que hizo valer este viaje no fue la isla sino la travesía, “Hay cosas que solo se ven en Venezuela, y otras que solo se ven en sus carreteras”.
Nos tocó recorrer el país de punta a punta, de Bolívar hasta Nueva Esparta, recorrer 7 horas de carretera y dos en la lancha, y lo que vi en todo el viaje fue muy, pero que muy extraño, empecemos:
Algo que nunca falta y lo primero que voy a destacar es que, en las carreteras venezolanas existe todo un ecosistema de animales atropellados, es mas yo diría que además de ecosistema podría llamarlo carnicería de asfalto, las carreteras venezolanas son uno de los espectáculos gore mas gráficos del mundo, son la pesadilla para todo amante de los animales y, el entretenimiento perfecto para un enano sin alma como yo. No solo hablo de variedad sino también de cantidad, no siendo exagerada la suma de fácil 150 animales o más los que pude ver mutilados en la calle, por cierto que no está demás destacar que la variedad de formas en la que los animales estaban jodidos (por generalizar el término) era tan grande como la misma variedad de especies.
Lo primero que vi no fue un perro ni un gato, fue una vaca que fue atropellada por un camión, el camión parecía un Volkswagen congorocho y la vaca tenía las vísceras afuera, la cara de mi madre y hermanos fue de asco total, la reacción del viejo fue decir ¡Verga que arrecho! Y la mía fue una carcajada fugaz. No fue la única vaca atropellada que vi, conseguimos otra pero esta estaba tan tiesa como una piedra y con la lengua afuera, no fue tan divertido como la anterior pero si fue bastante bizarra la expresión de su cara, algo como “Mírame estoy muerta, Duh”.
La cantidad de perros y gatos no faltó, siendo estos los más comunes en la carretera, cosa que no les quita importancia ya que sus muertes son, generalmente, las más hijas de puta. Pude ver perros decapitados, gatos cercenados, amputados, triturados, enteros, parcialmente podridos, esqueletos, vísceras desparramadas ¡Y hasta un dos por uno! Un perro aplastado a la mitad y un gato al otro lado sin parte de la cabeza. Solo Venezuela ofrece espectáculos sin censura tan buenos como estos, lástima que si censura lo demás.
Pero lo que tal vez me hizo pensar mas fue el hecho de que habían animales raros en la calle e igualmente mutilados, hablo de culebras, monos y cosas por el estilo, que me da flojera describir porque arriba está todo dicho.
Pájaros no faltaron en el mezclote carnicero de la carretera y los había desde la más burda paloma o gallina hasta gavilanes y zamuros. Todos perfectamente aplastados.
Eso sí, no solo ves a ese tipo de animales en las carreteras de mi país, también ves a los animales conocidos como tukkis que van en los carros. Eso no falla nunca y es un hecho que al menos te vas a encontrar a una camioneta llena de tukkis perreando y gritándole a todo el que le pasa al lado. Ya eso ya es costumbre.
Tan común como lo son estos tercermundistas, también ves todo tipo de carros; bonitos y feos, viejos y nuevos y a veces ves también cosas raras como un Volkswagen congorocho verde con el frente de un mercedes del 67 ¿LOL?
Otra peculiaridad un tanto peligrosa de la carretera son los vendedores de calle, estas personas son los seres humanos con mas cojones que he visto en mi vida porque tienen las bolas de pararse en medio de la calle a vender algo, y admito que si yo manejase la tentación de llevarme al menos a uno por el medio sería horrible. Además de vendedores están los que te cobran peaje, son personas que se atraviesan en la calle o ponen cuerdas para impedirte el paso y pedirte dinero ¿Con que objetivo? Ninguno ¿Qué te ofrecen por el dinero que te piden? Nada, solo retrasan tu viaje, pero el día que un loco se les arreche y arranque llevándoselos con todo y mecate se les va a quitar la pendejada.
Además de vendedores en la calle y cobradores puedes encontrar un tipo de curiosidad un tanto más amena; las artesanías. Pude ver muchas cosas y todas hechas a mano y talladas en madera, desde cosas bonitas como piezas de cocina hasta la escultura mas nasty y bizarra de todas: Un Muñeco con bigote, desnudo y con la chota parada más grande que el mismo muñeco, cuando vi eso me cague de la risa pero como estaba lloviendo no pude pararme a tomar una foto y ponerla acá.
Pero tal vez lo que más me sorprendió fue algo que a muchos les parecería normal, pero que a mí me pareció lo más atroz e ilógico: Los mensajes escritos, pintados o rotulados en los carros.
Al parecer es costumbre popular rotular tu carro cuando vas de viaje y escribirle cosas como “Pa’ la playa papa!” o “Flia. Nuñes pa’ la playa yaveh” y la que más me sorprendió “yego la mente!” rotulado en el vidrio trasero de un malibu.
El carro de la “mente” fue el que más me sorprendió, no solo por el hecho de que tenía uno de los peores errores ortográficos rotulado en su carro, sino que además el tipo era un puto huevo manejando. Les explico:
Una constante en las carreteras venezolana es la mala calidad de sus carreteras y la peor de todas hasta donde he visto es el último tramo que me llevaba a mi destino; una hora de carretera extremadamente demacrada, con huecos que no se separaban por más de 50 metros y que además eran enormes; pero la pericia al volante de “la mente” me dejó anonadado ya que sorteaba cada agujero como si les conociera por nombre y apellido, y lo hacía a una velocidad alarmante, nosotros íbamos como mucho a 60 y el podía ir entre 80 y 100 kph fácilmente, admito que su ortografía apesta más que el culo de un mandril, pero su manejo en carreteras dañadas es celestial.
Después de todo eso llegamos a fin al mal llamado “puerto”, para mí es como un muelle de tercera a medio hacer pero la verdad es que como todo loco sin respeto por la vida eso importó muy poco, solamente quedaba un tramo del viaje que ya de por si había sido un espectáculo bizarro y a decir verdad nada me hizo pensar que en la lancha me iba a entretener.
Siendo una lancha techada solamente llegue a pensar que se movería con las olas y que me mojaría un poco, no más que eso… craso error.
La lancha estaba casi vacía y justo en frente de mi había una mujer que estaba infinitamente buena, una morena de proporciones perfectas, ni mucho ni poco, solo lo justo pero lo que me entretuvo no fue el hecho de que estuviese buena, sino que no tardó mucho en marearse y desde que le vi la cara de enferma empezaron las conjeturas, *¿Vomitará? Hm, le doy 5 minutos*. Cinco minutos después no paso nada. *Vamos coño, vomita* en ese momento mi cara de maldito estaba ya bien marcada con una risa muy hija de puta, pasan 20 minutos y nada, solamente amagues de que haría waffles pero ni una gota del desayuno. *Vamos coño, ¡Quiero waffles!* Pasan cinco minutos y nada. Durante casi todo el viaje yo solo pensaba *¡Waffles, Waffles, Waffles!* Ya después de una hora de solo promesas dije que me iba a rendir y no pasó nada después de eso. Pero ya llegando al muelle de la isla mis deseos se hicieron realidad, un vomito brutal salió desde sus entrañas e hizo uno de los waffles mas gigantescos que he visto, fue épico y creo que ya traspasa las barreras del waffle para convertirse en una tortilla, o una pizza familiar, LOL no pude dejar de reírme y el mi mente una vocecita gritaba desaforada “¡Waffleeee, SIIII!” Un cierre con broche de oro para una larga travesía.
No me dio para tomarle la foto al waffle porque había demasiada gente y se movía mucho el barco, pero calló justo encima del bolso rosa.
Ustedes mismos lo leyeron, hay cosas que solo se pueden ver en un país tercermundista como este y que solamente alguien de mente retorcida podría disfrutar, cuando salgan de viaje recuerden que lo más memorable puede pasarles no en el destino sino en el camino, y si estás en Venezuela entonces recomiendo que si eres de estómago débil, fácilmente impresionable o estás acostumbrado a calidad y normalidad; no viajes por carretera.
5 comentarios:
interesante viajecito, cada vez que voy a ese sitio lo único interesante que veo son fallas en el tren de aterrizaje del avión.
Carajo, cualquier parecido con su "bien amado" pais limitrofe no es pura coincidencia.
Y para que, pero los que sinceramente mas me emputaban eran los del reten pirata. Pues bien, no son ellos los que estan en esa situacion por que lo deseen, el puto estado de mierda hay los tiene chupando verga por pura avaricia, pero me encabronaba que practicamente me obligaran a regalarles algo que yo me gane con mis manos (¿a eso se le llama robo no?).
Y si loco, buena satira de mis antiguos viajes a Coveñas (que es la antipoda colombiana de la "isla de silicon"), en los cuales nos tirabamos no 7 sino 12 horas en carro, y en un combo familiar alarmante.
Fatales aquellos instantes, y tambien medio agradables (aun recuerdo cuando le robamos una garrafa de aguardiente al borracho de la localidad cuando se durmio y se la cambiamos por otra llena de agua, carajo, jamas se borrara de mi memoria su reaccion, la escupio toda como si de mierda se tratara). pero en fin, ya me conozco un poco mas, y prometo jamas volver a pisar una playa o a ver el maldito mar a menos de que valla a salir Cthulhu de el para acabar con esta despreciable raza. Ya no las soporto y no volvere a hacerlo. Pa la montaña mas bien, el frio es mejor, se disfruta mas el ron alli.
P.D.: ¿No llego a ver ningun Chacal destripado en el camino loco?
Otra curiosa es el viaje en lancha, me toco igual cuando fui a Trigana (que es otro parche similar a coveñas, pero mejor, poca gente en kilometros a la redonda y montaña enfrente de la playa cual escocia), con una mujer buenisima sentada en frente mio, tan siquiera esa no vomito, por que como ya decia eones atras mi profesor de matematicas del colegio, "si ud quiere perderle amor a una mujer, imaginesela defecando", asi que me conforme con ver sus muy bien dispuestas tetas el resto del viajea.
De venida si alcanze a ver 2 ciclones al fondo del horizonte y a lo bien, casi me cago, los dias lluviosos y de viento y truenos me agradan, pero mierda, no a la mitad del oceano, y mucho menos con torbellinos.
Bro, no eran vacas, eran bufalos! yo también los vi jajaja... y también me dirigia hacia la isla del silicon... pero por ferry desde Cumaná...
Que mejor que vivir en carne propia las aventuras en el suelo venezolano, sin dudas que hay que vivirla para saber que se siente. Felicidades por la travesia.
Maria - Viajes a Venezuela
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